El coche volador es todavía ciencia-ficción. Sin embargo, algunos vehículos ya han aprendido a conducir solos con cierta soltura. Mientras llega el coche completamente autónomo, los coches comerciales son más inteligentes, disponen de sistemas de ayuda a la conducción y están construidos con materiales más ligeros y motores más eficientes. Pero la supremacía de la industria de la automoción no está esculpida en piedra. Debe enfrentarse a una pléyade de nuevos competidores provenientes del sector tecnológico como Google y Apple, que entre otras tecnologías, desarrollan sistemas operativos para los vehículos conectados.

          La electrónica representa ya el 35% del coste total de un vehículo, cuando hace solo 10 años era del 20%

        Los fabricantes de automóviles siempre han visto a sí mismos como proveedores de productos y tienen el reto de asumir una nueva identidad como proveedores de servicios en movilidad. BMW, Daimler y Volkswagen, por ejemplo, han recogido el guante y formaron un consorcio para adquirir la empresa de servicio de mapas y navegación Here de alta precisión de Nokia, compatible con la conducción autónoma. Los suministradores de componentes también se han puesto las pilas para producir elementos de alta tecnología a precios más bajos y competitivos.

        Los primeros circuitos integrados utilizados en los automóviles para controlar características básicas del motor se implantaron a finales de la década de 1970. Las nuevas legislaciones sobre eficiencia energética y bajas emisiones aceleraron una década más tarde la presencia de los primeros ordenadores de a bordo capaces de diagnosticar el estado del vehículo.